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das Mystische 2.1

Ventajas de no estar

Ventajas de no estar Recupero la vista: el código magnético de la publicidad me avisa de que esto ya comienza, como todos los años, a primera hora de la mañana. Es decir: ya estoy aquí (no allí) y estoy despierto; me acomodo en la tumbona de ver las cosas importantes y me hago un pequeño hueco. La magdalena de Proust se escapa dulcemente de mis dedos. Un zumo de naranja natural y un café bien caliente. Y es que, como todos los años, tengo la mirada puesta en la carrera. Eso sí: no sé muy bien qué busco en la visión desinteresada de este espectáculo; la mayoría de los corredores tampoco saben muy bien por qué corren, supongo que sólo unos pocos, quizá la gente de la tierra, o algún forastero iluminado por el alcohol o por una cuantiosa pérdida. Esa, al menos, es la impresión que tengo siempre, todos los años. Y este año, al igual que otros años, he visto enseguida los mismos gestos insignificantes y los mismos golpes artísticos (¿cómo se llaman esos señores de la vara?), esclareciéndose en un sencillo movimiento. Y, como todos los años, ante la pequeña pantalla de la televisión, me he hecho la misma pregunta: ¿qué diablos es esto?, ¿de qué actividad estamos hablando? Porque, a poco que afinemos, veremos lo mismo en la plaza unas horas después, con las primeras sombras, cuando cae la tarde: el catalán Serafín Marín, por ejemplo, se juega la vida (sí, de acuerdo, el toro ya está casi muerto) y no parece que ello merezca el más mínimo silencio. Las almohadillas descienden como platillos voladores alcanzados en pleno vuelo: quizás sucede en el Parque de Atracciones. A primera vista, en cambio, todo parece muy divertido; nadie, es de suponer, está sometido al más mínimo peligro. El arte de saltar por encima de la muerte parece reservado sólo a unos pocos, aunque sean muchos los que acompañan a la navaja por las calles resbaladizas. Al finalizar la carrera, en el centro de la plaza, cuando los astados ya viajan por el túnel de su destino, un rostro desencajado recobra la alegría de los recién nacidos; pero esa visión, o esa interferencia, queda reservada únicamente a los héroes prematuros, a los atletas poéticos, que calman luego su sed en la barra silenciosa de una taberna antigua, en compañía de sus contemporáneos; mientras los marcianos y los torpes se emborrachan inconscientes en locales atestados, impregnados en bagatelas, en fuegos artificiales, en castillos de ruido, sin llegar a comprender jamás que acaban de volver de muy lejos, de un caserío encantado, y que estas cosas, tan difíciles y tan propias de la vida, debemos celebrarlas como la ocasión se merece.

1 comentario

itn -

Del 6 al 15 de Julio son los dias del año en los que en Pamplona hay menos pamplonicas.
Inhabitable, inevitable.